01-06-2025, 09:58 AM
Nombre completo: Andrés Samper
Alias: “El Rescate”, “El que volvió”
Fecha de nacimiento: 13 de abril de 1993
Lugar de nacimiento: Los Santos
Edad: 32 años
Nacionalidad: Colombiano (aunque se crio con vínculos fronterizos ambiguos)
Estado civil: Soltero
Andrés Samper nació en 1993 en Los Santos, una ciudad donde la violencia no es noticia, sino rutina. Desde niño, aprendió que la vida era una guerra silenciosa donde sobrevivía el que más callaba y menos preguntaba. Su madre, Rosa Elena, fue asesinada cuando él apenas tenía ocho años. Estaba en el lugar equivocado, en el momento exacto donde dos pandillas cruzaban fuego. Desde ese día, Andrés dejó de ser niño.
Su padre, a quien apenas conocía, desapareció del mapa semanas después. Dicen que se fue al otro lado, otros que terminó enterrado en una zanja de los Montes Sombra. Andrés creció bajo el cuidado de su abuela, una mujer dura, creyente, que le enseñó a rezar con un cuchillo escondido bajo la almohada. Murió cuando él tenía trece, y desde entonces, fue la calle quien lo crió.
A los catorce ya hacía mandados para los "duros" del barrio: mensajes, cobros, pequeños encargos que siempre traían un riesgo oculto. A los diecisiete portaba un arma y había aprendido que, en Los Santos, el silencio valía más que la lealtad. Participó en peleas, hizo parte de un par de asaltos, y a los veinticinco cayó preso por porte ilegal y tentativa de homicidio. Cinco años dentro. Cinco años donde aprendió más de mecánica que de violencia. Cinco años en los que por primera vez, empezó a pensar en quién quería ser, y no solo en cómo sobrevivir.
En prisión conoció a un hombre llamado Hugo, un exsoldador que le enseñó a trabajar con las manos. “Esto también puede ser un arma, pero para construir”, le decía. Andrés nunca olvidó esas palabras. Cuando salió, a los treinta, no volvió a buscar a su gente. No buscó venganza, ni siquiera explicaciones. Solo agarró sus cosas y se fue a Ciudad Esperanza, al borde del olvido.
Pero Los Santos no olvida.
Aunque intenta rehacer su vida —trabajando como ayudante en un taller, estudiando soldadura en las noches, manteniéndose al margen—, las cuentas pendientes lo persiguen. Sabe que hay gente que lo busca. Que hay errores que todavía no cicatrizan. Que Julián, su medio hermano, ahora es un nombre respetado entre los bajos fondos y lo considera un traidor. Que Ca*****, su único amor verdadero, nunca supo toda la verdad… y ahora cría sola a un niño que podría ser suyo.
Andrés quiere paz. Quiere reconstruirse. Pero no se engaña. Sabe que en cualquier momento puede sonar el teléfono, tocar la puerta equivocada, cruzarse con una sombra del pasado. Y cuando eso pase, tendrá que decidir: ¿huir otra vez, enfrentarlo… o saldar la deuda con su propia vida?
Por ahora, sigue ahí, trabajando con las manos, sin hablar mucho, soñando con tener un pequeño taller propio donde los chicos del barrio puedan aprender algo distinto a disparar. Porque Andrés Samper no quiere ser recordado como el que huyó. Quiere ser el que volvió… y esta vez, para quedarse.![[Imagen: RussianMafia-GTASA-members.jpg]](https://gtwfilesie.grandtheftwiki.com/RussianMafia-GTASA-members.jpg)
![[Imagen: 1200px-Al_Capone_in_1930.jpg]](https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/f/f3/Al_Capone_in_1930.jpg/1200px-Al_Capone_in_1930.jpg)
Alias: “El Rescate”, “El que volvió”
Fecha de nacimiento: 13 de abril de 1993
Lugar de nacimiento: Los Santos
Edad: 32 años
Nacionalidad: Colombiano (aunque se crio con vínculos fronterizos ambiguos)
Estado civil: Soltero
Andrés Samper nació en 1993 en Los Santos, una ciudad donde la violencia no es noticia, sino rutina. Desde niño, aprendió que la vida era una guerra silenciosa donde sobrevivía el que más callaba y menos preguntaba. Su madre, Rosa Elena, fue asesinada cuando él apenas tenía ocho años. Estaba en el lugar equivocado, en el momento exacto donde dos pandillas cruzaban fuego. Desde ese día, Andrés dejó de ser niño.
Su padre, a quien apenas conocía, desapareció del mapa semanas después. Dicen que se fue al otro lado, otros que terminó enterrado en una zanja de los Montes Sombra. Andrés creció bajo el cuidado de su abuela, una mujer dura, creyente, que le enseñó a rezar con un cuchillo escondido bajo la almohada. Murió cuando él tenía trece, y desde entonces, fue la calle quien lo crió.
A los catorce ya hacía mandados para los "duros" del barrio: mensajes, cobros, pequeños encargos que siempre traían un riesgo oculto. A los diecisiete portaba un arma y había aprendido que, en Los Santos, el silencio valía más que la lealtad. Participó en peleas, hizo parte de un par de asaltos, y a los veinticinco cayó preso por porte ilegal y tentativa de homicidio. Cinco años dentro. Cinco años donde aprendió más de mecánica que de violencia. Cinco años en los que por primera vez, empezó a pensar en quién quería ser, y no solo en cómo sobrevivir.
En prisión conoció a un hombre llamado Hugo, un exsoldador que le enseñó a trabajar con las manos. “Esto también puede ser un arma, pero para construir”, le decía. Andrés nunca olvidó esas palabras. Cuando salió, a los treinta, no volvió a buscar a su gente. No buscó venganza, ni siquiera explicaciones. Solo agarró sus cosas y se fue a Ciudad Esperanza, al borde del olvido.
Pero Los Santos no olvida.
Aunque intenta rehacer su vida —trabajando como ayudante en un taller, estudiando soldadura en las noches, manteniéndose al margen—, las cuentas pendientes lo persiguen. Sabe que hay gente que lo busca. Que hay errores que todavía no cicatrizan. Que Julián, su medio hermano, ahora es un nombre respetado entre los bajos fondos y lo considera un traidor. Que Ca*****, su único amor verdadero, nunca supo toda la verdad… y ahora cría sola a un niño que podría ser suyo.
Andrés quiere paz. Quiere reconstruirse. Pero no se engaña. Sabe que en cualquier momento puede sonar el teléfono, tocar la puerta equivocada, cruzarse con una sombra del pasado. Y cuando eso pase, tendrá que decidir: ¿huir otra vez, enfrentarlo… o saldar la deuda con su propia vida?
Por ahora, sigue ahí, trabajando con las manos, sin hablar mucho, soñando con tener un pequeño taller propio donde los chicos del barrio puedan aprender algo distinto a disparar. Porque Andrés Samper no quiere ser recordado como el que huyó. Quiere ser el que volvió… y esta vez, para quedarse.
